jueves, 28 de agosto de 2014

Retazos de realidad

Un juego de seducción donde ella danza mientras el diálogo de una comedia de Shakespeare se repite, coqueto, en bucle. Una mirada furtiva. Reflexiones acerca de la naturaleza de las relaciones humanas con Shakespeare de fondo. La intriga de si llegará o no llegará el beso. 



Viola (Matias Piñeiro, 2012), es a En la Ciudad de Sylvia (Jose Luis Guerín, 2007) lo que la primera secuencia de Inglouriuous Basterds (Quentin Tarantino, 2009) a la primera secuencia de Hasta QueLlegó Su Hora (Sergio Leone, 1968). Su versión hablada. Su versión hiperdialogada. Intentaré justificar mi comparación con la película de Guerín, el por qué me vino a la cabeza más de una vez durante la proyección. Ambas buscan la realidad a través de la ficción. Y más importante, ambas encuentran retazos de realidad que pocos documentales consiguen. Ambas buscan el suspense Hitchockiano utilizando recursos formales absolutamente antagónicos a los que utilizaría el maestro. El suspense que te otorga esa realidad antes mencionada, que te proporciona un gesto, un giro de cabeza, una mirada. Una vez más el mayor suspense se encuentra en un rostro humano. 



La diferencia como ya he dicho se encuentra en el diálogo. Matías Piñeiro utiliza a Shakespeare, juega con él, le da la vuelta. Le utiliza como herramienta para conformar varias capas de metaficción: teatro, ensayos, actrices y por encima de todo “la palabra” como concepto. Mientras tanto los personajes bailan coreográficos y la cámara elegantemente les sigue, cuando no se entretiene siguiendo a esa señora que pasea a su perro, o a ese chico que se cruza y mira a nuestra Viola (personaje), y que más tarde acaba apareciendo. Así se tejen nuestras redes sociales (las verdaderas, las de la calle), y así se tejen las redes de Viola (película) hasta que al final, su voz en off cierra el círculo con la primera secuencia. Cierra en círculo esos cuatro bloques separados formalmente pero absolutamente unidos por esas pequeñas casualidades, o encuentros, o miradas, que es al final lo que nos une entre nosotros. Realidad pura.

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