martes, 6 de mayo de 2014

Cuando la ideología somete a la obra

Hay algo distinto a la hora de valorar una obra artística cuando su mensaje y/o su ideología son afines a la del espectador. Según el nivel de afinidad pueden ocurrir dos cosas. La primera es que se valore positivamente por el hecho exclusivo de las ideologías coincidentes. La segunda es que por ser tu ideología exijas más a la película y seas menos permisivo a la hora de tolerar errores o faltas. Podría haber una tercera y es el hecho de ser puramente objetivo, pero eso resultaría incongruente. La labor de un espectador es la de disfrutar una película desde un punto de vista subjetivo, y el crítico, siendo antes espectador, escribe desde su propia subjetividad.

El hecho de que, en Las Maestras de la República (Pilar Pérez Solano, 2013), lo primero que aparezca en imagen sea el escudo de U.G.T despierta las alarmas, puesto que ese escudo en créditos implica una participación, y el riesgo de partidismo se acentúa. Y por tanto, aunque intentes obviar el detalle, siempre hay momentos (en esta película frecuentes) donde ese escudo reaparece en tu cabeza. Por otra parte, una película reivindicando una educación pública, gratuita, solidaria, y todo el resto de adjetivos que repiten con entusiasmo las y los participantes del documental, y reivindicando a su vez determinadas figuras, valientes y entusiastas, que lucharon por algo indispensable en una sociedad y que han caído en el olvido, siempre es algo valorable. Sin embargo me pongo exigente ideológicamente y me doy cuenta de que en esa reivindicación faltan figuras e incluso movimientos enteros, destacando la total omisión de la educación anarquista, fundamental también a la hora de plantear el conflicto que nos atiene. De hecho los únicos momentos en los que se menciona al anarquismo son: el momento en el que se habla de un colegio que la Columna Durruti no fue capaz de defender pese a “prometer hacerlo”, y cuando se menciona el barrio donde se crió una de las maestras que, por la cantidad de anarquistas que había allí, se conocía como “el barrio de la bomba”. No es que en cualquier película sea indispensable hablar de absolutamente todo, y no hay necesariamente nada de malo en obviar detalles que te interesen menos, pero puede dar la sensación de ser capcioso. Entonces la película corre el riesgo de parecer un panfleto

Si, por otro lado, obviamos la ideología y nos ponemos estrictos cinematográficamente, Las Maestras de la República es una película blanda, incompleta, formalmente plana y con un tremendo y exasperante exceso musical que, ayudado por una recreación infame, trata de compensar (sin conseguirlo) la pobreza del material. El montaje, casi sin intencionalidad y sin tino, intenta alargar hasta el minutaje de un largo una película que daba para poco más de 20 minutos de reportaje panfletario cuyo resultado acaba siendo más flojo que muchos capítulos de Salvados. Probablemente mi ideología afín a esta película me haga estar siendo excesivamente duro. Pero cuando algo reivindicable es reivindicado de una manera errónea o fallida la sensación de frustración es mayor, porque puede hacer que se pierda tanto el interés como las propias razones, y al final acaba resultando contraproducente. Más aun si la “bienintencionada” academia decide premiarla.


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