Hay algo distinto a la hora de valorar una obra artística cuando su
mensaje y/o su ideología son afines a la del espectador. Según el
nivel de afinidad pueden ocurrir dos cosas. La primera es que se
valore positivamente por el hecho exclusivo de las ideologías
coincidentes. La segunda es que por ser tu ideología exijas más a
la película y seas menos permisivo a la hora de tolerar errores o
faltas. Podría haber una tercera y es el hecho de ser puramente
objetivo, pero eso resultaría incongruente. La labor de un
espectador es la de disfrutar una película desde un punto de vista
subjetivo, y el crítico, siendo antes espectador, escribe desde su
propia subjetividad.
El hecho de que, en Las Maestras de la República (Pilar Pérez Solano, 2013), lo primero que aparezca en imagen sea el escudo de
U.G.T despierta las alarmas, puesto que ese escudo en créditos
implica una participación, y el riesgo de partidismo se acentúa. Y
por tanto, aunque intentes obviar el detalle, siempre hay momentos
(en esta película frecuentes) donde ese escudo reaparece en tu
cabeza. Por otra parte, una película reivindicando una educación
pública, gratuita, solidaria, y todo el resto de adjetivos que
repiten con entusiasmo las y los participantes del documental, y
reivindicando a su vez determinadas figuras, valientes y entusiastas,
que lucharon por algo indispensable en una sociedad y que han caído
en el olvido, siempre es algo valorable. Sin embargo me pongo
exigente ideológicamente y me doy cuenta de que en esa
reivindicación faltan figuras e incluso movimientos enteros,
destacando la total omisión de la educación anarquista, fundamental
también a la hora de plantear el conflicto que nos atiene. De hecho
los únicos momentos en los que se menciona al anarquismo son: el
momento en el que se habla de un colegio que la Columna Durruti no
fue capaz de defender pese a “prometer hacerlo”, y cuando se
menciona el barrio donde se crió una de las maestras que, por la
cantidad de anarquistas que había allí, se conocía como “el
barrio de la bomba”. No es que en cualquier película sea
indispensable hablar de absolutamente todo, y no hay necesariamente
nada de malo en obviar detalles que te interesen menos, pero puede
dar la sensación de ser capcioso. Entonces la película corre el
riesgo de parecer un panfleto
Si, por otro lado, obviamos la ideología y nos ponemos estrictos
cinematográficamente, Las Maestras de la República es una película
blanda, incompleta, formalmente plana y con un tremendo y exasperante
exceso musical que, ayudado por una recreación infame, trata de
compensar (sin conseguirlo) la pobreza del material. El montaje, casi
sin intencionalidad y sin tino, intenta alargar hasta el minutaje de
un largo una película que daba para poco más de 20 minutos de
reportaje panfletario cuyo resultado acaba siendo más flojo que
muchos capítulos de Salvados. Probablemente mi ideología afín a
esta película me haga estar siendo excesivamente duro. Pero cuando
algo reivindicable es reivindicado de una manera errónea o fallida
la sensación de frustración es mayor, porque puede hacer que se
pierda tanto el interés como las propias razones, y al final acaba
resultando contraproducente. Más aun si la “bienintencionada”
academia decide premiarla.
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