Hace unos años escribí en una revista on-line un artículo a
propósito de Avatar en el que comparaba su uso de las innovaciones
técnicas con Ciudadano Kane, y me atrevía a plantear pronósticos
sobre el posible futuro del 3D. No se si sólo tres años después se puede hablar de ese futuro
como si fuese presente, pero desde ese momento he seguido pensando en
ello y han ocurrido circunstancias que me animan a arrancar este blog
con nuevas reflexiones. La principal es que, aunque quizás todavía
es pronto, está claro que el 3D no se ha instaurado con la
rotundidad que se presumía. Se siguen haciendo películas y se han
multiplicado los cines con capacidad para proyectar en 3D, pero el
entusiasmo es mucho menor. En la mayor parte de las películas el 3D
sigue implicando una finalidad en sí mismo, es decir, la innovación
técnica sigue sin ser una respuesta a planteamientos formales y
parece que poca gente tiene ganas de reflexionar sobre el tema. Sigue
siendo otro cebo más para vender películas de acción mainstream, o
de terror, o de aventuras.
Por otra parte, sí han aparecido películas, o más bien cineastas
que, aunque no me han proporcionado la sensación de haber encontrado
la clave para hacer peligrar la permanencia de las dos dimensiones
(algo que sí está ocurriendo con el digital y el celuloide), dan la
sensación de tener ganas de pensar qué le puede aportar el invento
a la película más allá de sustos y espectacularidad. La
primera vez que realmente tuve esta sensación fue al ver La Invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011). Me cuesta trabajo decir
exactamente que percibí exactamente que me produjo una impresión
distinta a otras películas pero por momentos me olvidé desde que
estaba viendo una película en tres dimensiones, incluso a pesar de
las gafas. No faltan momentos de espectacularidad, entiendo que
tentadores para un director con juguete nuevo, pero me gustó la
sensación de que no te están recordando por fuerza la tecnología
empleada. Cuando tu ves una película sonora y en color no estás
siendo permanentemente consciente de que la película es en color y
tiene sonido. Es algo que va implícito, que asumes, y que luego cada
director puede darles a ambas cualidades un uso más o menos
expresivo. La segunda película que me ha hecho recordar el artículo
fue Gravity (Alfonso Cuarón, 2013). Por una parte, Gravity
visualmente no deja de ser un artefacto. Por otra parte, creo que
incluso puede haber dado un paso más en ese sentido. Aunque da la
sensación de que las intenciones no son muy distintas al resto de
películas, es decir, sumar espectacularidad a lo que vemos, Cuarón
parece intentar llegar a la máxima expresión de ello. La primera
secuencia, un solo plano de 25 minutos en que utiliza libremente los
360º en horizontal y en vertical no es solo una virguería técnica,
si no una virguería formal, en el sentido en que intenta, y en parte
consigue, hacerte partícipe de las condiciones particulares del
espacio empezando por la falta de esa gravedad que da título a la
película. En esa primera secuencia llegas a flotar. Una vez
empezamos a percibir el montaje la sensación se diluye. La película
no pierde la tensión e incluso aun nos encontramos algunos momentos
brillantes en los que la mezcla de suspense Hitchockiano y
espectacularidad formal alcanza momentos muy sobrecogedores. Pero ya
no tienes esa sensación de estar asistiendo a algo realmente
especial.
Parece que Werner Herzog y Wim Wenders han intentado cosas también
en La cueva de los sueños olvidados (2010) y Pina (2011)
respectivamente, y quizás no debería escribir sobre el tema
faltándome obras de este calado que pueden resultar claves, pero me
da la sensación de que por mucho que estas u otras películas que me
falten por ver puedan aportar, faltan cosas para que el 3D desbanque
a las dos dimensiones, como parece debería ser lo lógico. Como ya
dije en el artículo anterior enlazado arriba, el 3D es una obsesión
del cine desde la época de los Lumiere, como lo fue el sonido o el
color. Si entendemos esta obsesión como el deseo de acercar la
imagen lo máximo posible a la realidad vista por nuestros ojos, en
cierto modo el cine, con respecto a la fotografía, es un avance
parecido. El color y el sonido correspondían a este deseo y entraron
en nuestras vidas con relativa facilidad. También es cierto que
asumimos como normales utilizaciones de los mismos con un nivel de
expresividad poco realistas. ¿Por qué no con el 3D? Algo parecido
ocurre con el uso del montaje, que en sí destroza esa idea de
realidad guiando tus ojos dónde el autor quiere. Pero ¿Qué le
aporta el montaje al 3D? ¿Qué le aporta el 3D al montaje? Quizás
uno de los problemas que le veo a esa posibilidad de asimilar las
tres dimensiones, tal y como están concebidas ahora, y aparte de ese
recordatorio constante del invento que son las gafas, son los tamaños
de plano. Al principio, en Gravity, cuando no hay cortes, el 3D
proporciona la que quizás es su mejor baza, la sensación de una
película en 360º. Tu te vas moviendo con los protagonistas, y como
a ellos, las cosas se te acercan desde delante o desde atrás, o se
alejan. El espacio fílmico es tanto lo que está ante tus ojos como
lo que podría estar si te dieses la vuelta. En ese sentido AlfonsoCuarón consigue algo parecido a guiar tu mirada sin usar el montaje.
Él decide en que dirección estás mirando, y decide cuándo te das
la vuelta. Cuando aparecen los cortes cuesta más trabajo asimilar
está sensación. Si de repente te aparece un primer plano, lo que
ves sólo se diferencia de las dos dimensiones es que existe un
relieve, pero no aporta sensaciones. De hecho no deja de ser un tanto
extraño ver una cabeza cortada y hacia fuera. Se ve el artificio y
sales de la película.
Quizás
al 3D todavía le falta su
M, el vampiro de Dusseldorff (1931,
Fritz Lang) y lo que supuso al uso del sonido, o su CiudadanoKane (1941,
Orson Welles) respecto a sonido y perspectiva. O un Vicente Minnelli o
un Kurosawa que le aporten un nivel expresivo superior al invento
como hicieron ellos con respecto al uso del color. Sigo preguntándome
si el cine en tres dimensiones puede salir del parque temático para
integrarse como un elemento formal más en otro tipo de películas.
Si podría aportar algo en un drama europeo de autor, o en una
película social. Incluso si puede mejorar un gag en una comedia.
Algo que potencie la expresividad de una película sin necesidad de
fagocitarla. Ver qué podrían hacer un Abbas Kiarostami o un
Apichatpong Weerasethakul con el 3D, que con
Uncle Boonmee who can recall his past lifes (2010) sí me dio
la sensación de ser consciente de los 360º que puede englobar la
diégesis. Ver cómo se utiliza el invento como un recurso formal más
que ayude a la película y no como un fin en si mismo.